miércoles, diciembre 12, 2007

Hace un mes que no me asomo, no sé si los que por aquí andaban perdieron la costumbre. Dirán se fugó, le cansamos, se le secaron los cuentos, ahora vive en una casita con una piscina donde no se mueve un grumo, lo dejó todo a un lado.

Y no. Ocurrió que en medio de este invierno patoso y lacio me sobrevinieron los asuntos, ya saben, esos que tiran como bueyes de tu yugo, y luego los otros charcos en los que adrede me enfango, seguro que saben. Pero (¿lo notaron allá?, ¿se notan esas cosas tan lejos?) al fin entró de golpe la marejada, unos jueves atrás, y durante semana y media comenzó a pegar y revenir contra la costa con esa densidad que te quita el almuerzo y te mete en el neopreno mojado de ayer, la marejada.

La playa se llenó de nuevo con la tribu, otra vez la brasa del poliestileno expandido, o si quad o trifín de siempre, mejor clásico vieja escuela, ¿no?





... en lugar de quedarse muditos viendo, ah.