miércoles, diciembre 12, 2007

Hace un mes que no me asomo, no sé si los que por aquí andaban perdieron la costumbre. Dirán se fugó, le cansamos, se le secaron los cuentos, ahora vive en una casita con una piscina donde no se mueve un grumo, lo dejó todo a un lado.

Y no. Ocurrió que en medio de este invierno patoso y lacio me sobrevinieron los asuntos, ya saben, esos que tiran como bueyes de tu yugo, y luego los otros charcos en los que adrede me enfango, seguro que saben. Pero (¿lo notaron allá?, ¿se notan esas cosas tan lejos?) al fin entró de golpe la marejada, unos jueves atrás, y durante semana y media comenzó a pegar y revenir contra la costa con esa densidad que te quita el almuerzo y te mete en el neopreno mojado de ayer, la marejada.

La playa se llenó de nuevo con la tribu, otra vez la brasa del poliestileno expandido, o si quad o trifín de siempre, mejor clásico vieja escuela, ¿no?





... en lugar de quedarse muditos viendo, ah.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Es lo que tiene la marejada, Pablo. Que te deja donde quiere. Disfrute usted del mar y las olas.

Anónimo dijo...

Si es lo que tiene el destierro, que hay hasta que darle las gracias a Ch por cambiar - a la fuerza - las pelis en versión original, el teatro, cruzarte con gente que no conozcas, la policía mandándote a dormir a la una y los tranvías que descarrilan por un puñadito de olas y otro de langostinos.

C

Anónimo dijo...

Ah, pues para este domingo hay grandes vaticionios: buen mar y nada del enemigo-viento.

NáN dijo...

Que sí pasamos, que sí. Y te creemos echándote una siestecita para coger fuerzas. Y nos vamos de puntillas. ¡Que grande el mar! Desde Madrid se olvida uno de esas cosas.

Lara dijo...

Vuelveeeeeeee!!!

momo dijo...

Pablo el libro es tuyo? se puede comprar en la Machado?
Feliz verano