viernes, junio 27, 2008

Leo en el tomo Leyenda de JRJ:
"¡Enterrado mejor que náufrago de tabla en tabla!
Con rencor de roca miro al vivo sin esperanza!"



...y, qué quieren, me da la risa,
pero en el cuaderno guardo para mí esas sílabas detonantes:
con rencor de roca miro

Y se repiten en mí,
con rencor de roca miro
con rencor de roca miro
con rencor...

En mí, donde no hay rencor ninguno, la erre me sabe mal de tan fea y colorada en la garganta,
hoy no quiero más que una camisa ligera y un amigo que me dice que va a remontar el Mekong este verano [http://david-nagarkot.blogspot.com/], y de vuelta a casa con rencor de roca miro percute dentro de mí aunque nada mire con ese rencor, y en la carretera, un invernadero que no pude fotografiar anuncia en letras muy grandes
ROSAS, ROSAS, ROSAS,
así, tres veces con un entusiasmo poético a pesar de que sólo se refieran al pulcro negocio de la flor cortada y no a JRJ ni la delicadeza suya y menos, qué ingratos, a los restos de las alas de mi peluche, maldición.
También en el coche, al volver: la canción número cinco del disco de Winehouse está a punto de hacerme parar o de estrellarme e incluso lloro un poco.

Es mentira, no lloro en absoluto. Tal vez sería poético llorar en medio de tanta balsa.
Pero no tengo un gramo de poeta sufridor.
Pero la canción número cinco de Winehouse sí que es un poema de los que me harían llorar si yo llorara alguna vez.
Pero no tengo un gramo de poeta llorica y XIX.

Y también es el JRJ del XIX quien, en el mismo tonito que no trago, dice:
"Se pusieron grandes tus ojos, son toda la sombra. Y yo, pequeño y perdido, estoy dentro de ellos."

Me entusiasma el viejo, el viejo y mío Walt Whitman alelado.
Es decir, sus pupilas dilatadas.
Es decir, también las mías,
qué malo soy esta noche.

No en vano estreno mis vacaciones escolares y de nuevo los días lisos, la lisa carretera, mi mente completamente vacía
y llena de:

lunes, junio 23, 2008

Allí, hace unos días, desentendido de lo demás, como los niños jugando.
Es todo tan infantil, y por eso nada permanece; que se escape, fluya, desaparezca lo que sobra,
"poseer una casa y poca hacienda
y memoria ninguna. No leer,
no sufrir, no escribir, no pagar cuentas...",
sabiendo que hay versos así de precisos que dirán lo que a ti te falta, lo que tú no sabes decir,
si bien en nada estás de acuerdo y en cambio tú escribirás y leerás e incluso pagarás -casi siempre a tiempo- todas tus cuentas abiertas, aunque olvides la cartera en cualquier parte como si fueras un viejito tonto, es un milagro, te dicen, que no te hayas arruinado aún y tú contestas que en realidad sí que vives como un noble arruinado (pero no, no digas eso, que ya vuelven a mirarte con esos ojos, no puedes decir eso y pensar que ellos te sonreirán y luego no pasa nada, no pasa nada, con esa voz).

viernes, junio 20, 2008

La fragilidad, el volumen de la siemprencendida en la casa de al lado cuando ya es verano y la vieja abre las ventanas.
Toda esa angustia y en cambio las horas tan largas y la luz amarilla; la autopista, pronto.

jueves, junio 19, 2008



La ola del primer minuto es idéntica a la que busco.
Y a veces (algunas) he creído encontrarla.
La misma luz, la misma ondulación.
Incluso suele sonar lo mismo en mi cabeza.

Hoy, cuando ya no había niños, he ido a la biblioteca para dejar en un estante este libro. Se trata una colección de poemas reunidos por Lara Moreno(www.nairobi1976.blogspot.com). Me he sentado en una de esas sillas verdes tan feas, he levantado una cortina y, antes de anclarlo allí a la espera de dos ojos escolares, he buscado unos versos que casi me sé de memoria:

"Algunas tardes subo
a esta vieja azotea de cordeles con ropa,
de caliche y verdín, sur detenido..."
David J. Calzado

Yo no sé si sur detenido quiere decir viento del sur o sur geógrafico o anatómico, pero lo cierto es que hoy sopla del sur y arde, y la azotea es una piedra volcánica adonde no apetece subir; y también es cierto que esa actitud plácida de sólo algunas tardes, sólo, ver las cosas normales de otro modo, esa actitud... Cuando yo escribo, aunque lo haga en un sótano o en una burbuja, en realidad subo a una azotea, me rodeo de cosas normales y compruebo si el sur se detuvo o no. Para decir lo que dicen estos tres versos, tan sencillos y suaves, yo habría necesitado ocho cuartillas de vaguedades, y aun así no creo que las hubiera terminado de decir de veras.
Luego leo:
"Explotar por fin
manchar todo lo que puedas
deshacerte en los mapas
comprender por qué has vuelto
arrancarte la camisa
a pecho descubierto
enfrentarte a tu vida
no compararte con nada ni con nadie
inventarte a ti mismo
con cada viaje
comprar el pan
recoger pequeñas piedras
revisar cada día el estado de las penas
y las alegrías."
Roberto Terán
Me pregunto si esas piedras pequeñas son para hacer puntería contra algo o para construir un sendero en el jardín.
Con la sencillez y la precisión del uno y del otro, se me quedaron largos los folios en los que ahora ando, y ahora y aquí todo lo mío me suena a tonturas y distracciones infantiles.
El año que viene les diré a los bachilleres que saquen este libro del estante y busquen sus poemas favoritos y los marquen con un lápiz.
La gente no se lo cree, pero resulta que los bachilleres leen muchísimos poemas, y cuando les dices que busquen alguno que les guste normalmente suelen elegir los buenos, aunque no sepan decir por qué buenos ni por qué les gustan.
Es decir, exactamente lo que a mí me pasa.

martes, junio 17, 2008

Cada cosa en su sitio.
El mar en el lugar del mar.
Las rocas donde las rocas.
Y en los bosques secos, los senderos de piedra durísima, o tal vez dentro de la mantequilla o del pequeño café,
desde algún recodo en cualquier caso,
de nuevo,
de nuevo,
las palabras abriéndose camino, haciéndome temblar más que el filo del labio azul que percute contra mí en la primera serie, abriéndose camino en mi cuaderno, diciéndome es la piedra y el mar quien escribe y tú el medio,
diciéndome,
tú,
que en nada crees,
que juras que no tienes principios ni moral ni código ni ideario ni mágicas criaturas ni nada que tú no produzcas,

ahora
tienes un principio.
Ah, uno bueno.
Ah, una idea mía, mía y distinta, mía, y pienso soplar dentro de ella para que se hinche, y tener mucho cuidado (esta vez) para que no estalle (otra vez) y cuidarla de noche, que es cuando nos miramos tan fieros, y ser tierno con ella de día, que es cuando la asolan los ruidos y las distracciones, buscarle alimento, esos alimentos que las ideas necesitan para que no flaqueen, es decir, se queden flacas y se muera,
se me muera,
como un pececito
(pero los pececitos también se mueren si les das mucho de comer, ¡eh!, vigila eso, cuídate de eso, sé paciente y equilibrado con eso).

Un principio, ah.

Si tuviera ganas o necesidad o suficiente miedo como para creer en alguna melaza espiritual, al menos ahora tendría un motivo.
Porque admito que resulta espectral y médium, y que apenas me siento yo cuando escribo todo eso que ella me dice.
Como un evangelista
y prácticamente sin drogas encima.
Lo prometo.

Ah, un principio que me cubre como la espuma helada de la primera arruga gigante.
Detrás aguarda la serie,
decidida a reventarme contra el arrecife
a no ser que me atreva a encontrar, en ella,
el sendero de piedra dura, durísima
y afilada.

lunes, junio 16, 2008

Estuve.
Después de un año cada cosa sigue en su sitio
como una despensa bien ordenada.






El mar moliendo la roca, muy frío,
y nosotros como hormigas sobre su lomo, sin que él lo sepa ni nos atienda.
Somos niños chicos jugando a hacer caminitos
con el rastrillo
sobre la arena azul.







jueves, junio 12, 2008

Mañana, de nuevo, esto:

Después de tanto.


El país donde el gasoil está aún más caro que en España.


Pero donde las olas seguirán siendo mansas y huecas.


Verdes.


A veces cristal azul.

domingo, junio 08, 2008

Me apetecía mucho leer Sueño profundo. Me lo prestó un amigo hace una semana y, en contra de mi costumbre, me había propuesto devolvérselo; devolvérselo incluso antes de que amarillee o un viento lo desencuaderne o lo pierda en alguna terraza y luego vaya a una librería y compre uno igual para fingir que nada pasó y esa misma tarde lo encuentre en la bolsa que ya no uso para ir a nadar, y ahora los dos libros, el nuevo y el viejo, tan ridículos y mellizos, me miren desde las fotos de sus solapas y se partan de risa conmigo. No, nada de eso, voy a ser un buen chico esta vez, me dije.

Pero entonces, ah, entonces me asaltaron las malditas ideas previas que construyo sobre cualquier cosa: Sueño profundo, um, Yoshimoto, um, las pastas negras y sosas de Tusquets, ¿un murakami feminizado? [qué estupidez, como si entre Pasolini y Bufalino se pudiera decir: sí, sí, se percibe esa curiosa actitud de la narrativa italiana… puaj]
Así son mis juicios, tan superficiales y simplotes que rápidamente te acostumbras a no hacer mucho esfuerzo y a dejarte llevar por ellos. Me sale bien –descubro recientemente- eso de desguazar y repartir las piezas de cualquier artefacto, y después observar cada piececita con cara de intensa concentración y decir cosas graves, altisonantes, auch.

Sí, sí, muchas gravedades y altisonancias pero ni una sola idea global (¿global?); por encima de mis molestos juicios previos, carezco de capacidad de abstracción. Observo y observo para no llegar a conclusión alguna. Si fuera patólogo seguro que haría muy bien mi trabajo, discriminaría unos tejidos de otros, enfocaría la lente en el milímetro adecuado para decir qué enfermedad tan linda tiene usted, señorita, sin ser capaz de ponerle un nombre a ese bicho que le está royendo las tripas a usted, señorita.

Es un problema de gusto, creo.
Gusto.
Imaginad: yo, bien solo y con un cuaderno, paseo por un museo, eso es, un museo desierto, eso es, con mi mente blanca y desierta, eso es, sin conocer nada del arte contemporáneo (ni siquiera la nada pequeñita que apenas conozco) y entonces… ¿qué ocurriría? ¿Seguiría deteniéndome delante de Bacon, de Malévich? ¿De veras? ¿Aunque no supiera quiénes son Bacon y Malévich y que, por tanto deberían gustarme?
O, por ejemplo,
soy editor, jeje, soy un editor atemporal a quien le llegan cientos, cientos de manuscritos anónimos… ¿reconocería un carpentier, un sábato, un onetti entre todo el magma? ¿Me dejaría engañar (ay) por un almudenagrandes?

Por qué me gustan unos y otros no, por qué unos hacen que me escuezan los ojos, por qué otros no me raspan: no tengo ni la menor idea. Sí sé que lo normal es que encuentre muy pocos libros que me gusten, y por ese motivo cuando doy con una veta la estrangulo como un avaro: llego a Murakami y trato de que ningún murakami se me escape, sequé a Kundera hace mucho, persigo sin criterio a Baroja, hago sudar –ya saben- a Houllebecq. Pero no hay nada que me haga caminar con las manos últimamente. Qué lastima. Mentira: Claus y Lucas sí lo hizo, sí.
Tenía un amigo que decía cosas como “este verano me apetece leer novelas inglesas del XIX”, y cuando en septiembre le preguntabas qué tal había ido todo (pensando tú en las tardes extendidas y el amanecer prontísimo) él respondía “bien, bien, mejor que otras veces, mejor que cuando lo intenté con los rusos, desde luego”.
Qué enigma.

Leo.
Leo para gastar tiempo sintiendo que no lo pierdo. Sí.

También –sobre todo- porque escribo, y cuando escribo me gusta mancharme de cuanto leo, leer alguna cosa y que esa cosa se note en lo que escribo, yo lo note, al menos. En ese sentido leo como quien se muscula para luego lucirse en la playa, admito. Soy un falso.

Un falso.

Todo esto es secuela, probablemente, de El teorema de Almodóvar. En maldita hora llegó, en ese paquetito marrón, a mi casa.

martes, junio 03, 2008

Acabo de terminar El teorema de Almodóvar.
Estoy confuso.
Creo que toda la novelería que rodeó al libro me distrajo, aunque también a mí me sirviera de anzuelo (ya saben, todo eso de si el autor es realmente su autor, un tipo sin rostro -físicamente, quiero decir- que vive recluido, o quizá no, quizá sea un heterónimo de Vila Matas o incluso, pásmense, de Mendoza, todo eso dicen).

Qué extraño. El teorema de Almodóvar parece a veces una colección de frasesitas literarias, otras veces es un hilo continuo de clichés muy ensombrecidos por Houllebecq (mira quién fue a hablar, ¿se puede no estar ensombrecido por Houllebecq, escapar del influjo?).

Pero en cualquier caso llené los márgenes de exclamaciones y subrayados. Por ejemplo:

"Siempre existe un problema de posición espacial en la novela. Unas veces el narrador está dentro, otras al lado, otras en lo alto, dominando el argumento y al tanto de toda su reacción. La fastidiosa tercera persona, que perpetúa el juicio de Dios. La ventaja de la primera persona es que soy Dios y su negación, puesto que soy yo quien, desde arriba, escruta, observa, ve los mecanismos sutiles de mis amigos."

De mis personajes.
Primera o tercera persona según Antoni Casas Ros, precisamente cuando yo ando pensando y decidiendo cosas sobre este asunto.
Fernando Vallejo dice que la tercera persona siempre le pareció una impostura insoportable para el lector, un camelo similar al de manuscrito encontrado o la palabra revelada. No sé. También recordé lo que dijo no hace mucho Vicente Verdú en Reglas para la supervivencia de la novela: http://www.elpais.com/articulo/narrativa/Reglas/superviviencia/novela/elpepuculbab/20071117elpbabnar_13/Tes/

¿Es posible revivir al viejo narrador omnisciente? ¿Queda algo de oxígeno en los achacosos pulmones de ese sabelotodo?

Sí, estoy confuso: El teorema de Almodóvar.

domingo, junio 01, 2008

Yo sé que a veces esa cosa te persigue con uñas y lodo para poner en tu garganta un collar de dedos antipáticos. Otras veces, en cambio, no consigues verla durante muchos días, aunque sabes que te aguarda detrás de los muros de un solar o en el baño de un cine,
y piensas que no lograrás salir del círculo que ha trazado a tu alrededor, un círculo apretado donde sólo tú habitas, inerme y pequeña como niña asustada.

Como niña asustada.

Pero no.

No hay niña asustada allí, no hay círculo diabólico a tu alrededor, todos los círculos que ves son los surcos que dejan tus palabras (polen, magma, alveolo) cuando con ellas caminas a rastras.

La decapitarás.

Tomarás -pronto- su cabeza verde con tus dedos simpáticos y de un tajo la decapitarás.

Yo ya estoy puliendo la bandeja donde exhibiremos el trofeo.

Seguro.