martes, octubre 23, 2012

Las fajas promocionales de los libros parecen ceñidores de mariscal de campo, como el fajín de Queipo apretando los alambres de una virgen de juevesanto. Llenas de esdrújulos y exageraciones, las fajas promocionales ciegan la cubierta, atraviesan el libro como un cortafuegos, todas dicen lo mismo sobre cualquier cosa, temerosas de la obsolescencia programada de las novedades en las librerías, las fajas antiestrés son desesperaciones de editor y rubor del editado, mejor si taparan el nombre del autor en lugar de la ilustración de la portada, este nombre municipal, y jugáramos todos a las tinieblas.  

1 comentario:

Bicho dijo...

Un mundo sin marcas. Ups...topía.